viernes, 29 de diciembre de 2017

Me pongo de parto (3ra parte): Nace nuestra hija

Me entran unos calores y sofocos terribles. A veces me cuesta hasta respirar. Solo me consuelan las manos de mi chico sobre mi espalda y el que me abanique con un folleto, que es lo único que tenemos a mano. Eso no me lo esperaba, no recordaba haber leído en ningún sitio que en plena dilatación se pasase tanto tanto calor... Al final viene la matrona con el celador y me ayudan a subir a la cama. Nos vamos ya al paritorio y eso que no sé de cuánto estoy dilatada.

Por los pasillos del hospital:

Las contracciones tumbada son horrorosas y he de sujetarme a los barrotes de los lados cada vez que me viene una. Deben de ser las 7:30 de la mañana. Tengo al menos tres contracciones de camino al paritario. Si la matrona me ha hecho un tacto para saber cuánto he dilatado, no lo recuerdo, así que no sé de cuánto estoy. Supongo que me bajen ya porque falte poco para que la pequeña nazca, o es porque me van a poner la epidural y entonces tengo que esperar ya en la sala de partos.

Mi chico va con nosotros todo el rato, pero a penas le veo, qué rabia porque no tengo un solo momento de descanso sin dolor y me hace falta tenerlo cerca. Recuerdo muy bien que una de las contracciones me vino entrando en el ascensor. Yo fui a agarrarme a los barrotes de la cama y todos se me pusieron a chillar alertándome de que no lo hiciera, pero es que tenía que agarrarme a algo y no estaba cerca la mano de mi chico para hacerlo. Lo cierto es que por mucho que me doliera era mejor evitar que sacara las manos fuera de la cama, pues ciertamente al entrar al ascensor era peligroso por lo estrecho del mismo.

Sala de dilatación: 

Me dicen que el ginecólogo ya está avisado y de camino al hospital. Me meten en la sala de dilatación de abajo y le veo pasar. Mi chico y yo escuchamos cómo le echa en cara a la matrona el que no le hayan avisado antes, pero ella le dice que hasta hacía poco el parto no estaba avanzado. La matrona viene entonces a explicarnos que el ginecólogo pretende ponerme oxitocina ya mismo. Yo tengo un plan de parto que nadie ha leído pero dejo claro que no quiero medicación. La matrona me confirma que no me la va a poner hasta más adelante, cuando me pongan la anestesia epidural, ya que en ese momento sí que me hará falta. De momento me ponen sólo suero.

Mi chico le recuerda a la matrona que él debería ir a ponerse la ropa especial para entrar conmigo a la zona de partos. Ya se habían olvidado de él. Pobre... Entonces me quedo sola, con fuertes contracciones sin saber de cuánto estoy dilatada ni de si el anestesista llegará antes de que tenga ganas de empujar.

Cuando llega mi chico me tengo que bajar de la cama, que está en la sala de dilatación, e ir caminando como puedo hasta la sala de dar a luz que está justo en frente. Es sólo cruzar el pasillo pero tardó muchísimo. Mi chico dice acordarse mucho de ese momento porque era una distancia de nada y yo a penas avanzaba caminando a su lado, jajaja.

Paritorio:

Bien! Me ha tocado la sala donde está la camilla moderna! A ver si es verdad que es tan cómoda y necesitamos de su multitud de posiciones o no. Justo antes de subirme a ella me viene otra contracción y he de quedarme de pie hasta que se me pasa. Estoy haciendo que todos esperen por mi.

Quise recordarle al ginecólogo que queremos hacer un pinzamiento tardío del cordón umbilical y va y me contesta todo borde: “No más de tres minutos, que es lo que dicen los libros”. Qué rabia de respuesta... Uff, me empiezo a temer que no respete ni eso, ya que se nota que no leyó mi plan de parto pues quería haberme tenido con oxitocina desde el principio.

Estamos mi chico y yo con la matrona y una auxiliar que me ayudan a desnudarme y me llenan de electrodos el pecho. Luego la matrona me avisa de que ya tengo el relajante muscular y que me irá poniendo la oxitocina poco a poco. Mientras el ginecólogo permanece al otro lado de la sala al ordenador tan tranquilo. No tengo ni idea de qué hace allí.

Anestesia epidural:

Oigo al anestesista detrás de mí. No sé cuánto tiempo lleva ahí, tal vez desde que yo entré? Ni me había fijado. Mi chico me cuenta luego que se fijó mientras estábamos allí en que tenía las pulsaciones muy altas, alrededor de 150ppm. Lo veía en un aparato que había detrás de la camilla.

Le comento al anestesista que tengo escoliosis para que lo tenga en cuenta a la hora de pincharme, aunque supuestamente aparece en el informe de anestesia que entregamos la otra semana. A esto él me dijo en tono jocoso: “Encima pesada”. Intentaba ser gracioso? Pues no tengo ganas de reír, listo! Además le comenta a la matrona que él no debería estar allí porque en realidad estaba de vacaciones. No entiendo nada, pero me da igual. Quiero que me ponga la epidural o que me dejen parir ya.

Me ayudan a colocarme de lado en la camilla, en posición fetal con la espalda curvada y hacia el anestesista. Entre la matrona y mi chico me sujetan firmemente para que no me mueva. Le agarro bien fuerte una mano a mi chico, estoy temblando, pero no sé si de frío, nervios o miedo. Antes de que el anestesista me pinche me viene una contracción y la matrona avisa al anestesista para que espere a que se me pase. Creo que el feto está monitorizado también, pero no se oyen sus latidos por ningún sitio, solo lo registran, al menos yo no oía nada. No recuerdo verme el cuerpo, sólo pensaba en respirar y respirar esperando a que se me pasara el dolor. Pero con el pinchazo del anestesista no consiguen nada. Yo creía que ya sólo quedaba esperar a que hiciera efecto pero se me pone a temblar mucho la pierna y no la puedo parar. Entonces noto un calambrazo en ella que me obliga a dar una patada al aire. Ha sido lo más doloroso hasta ahora y no sé qué me pasa. La matrona me tranquiliza y me comenta que es porque me acaban de colocar el catéter de la anestesia y que es normal que pille el nervio de alguna de las piernas. Así que es entonces cuando me la inyectan de verdad y deja de temblarme la pierna para ponerme a temblar toda la barriga. Me asusto, qué me pasa? Y pregunto si eso es normal. El anestesista me vuelve a hablar todo bromista: “igual me he confundido y te he puesto otra cosa”. No me hacen gracia sus bromas, ya le vale, así que decido ignorarle. De hecho podría decir que desde ese momento dejo de fijarme en todo y solo pienso en mi bebé. No recuerdo ni tan siquiera si me pusieron una sonda en la uretra o no, ni cuándo.

Pujos:

Deben de ser ya las 8 de la mañana porque ha empezado a llegar más gente a la sala de partos por el cambio de turno, pero la matrona me dice que se quedará hasta que dé a luz, que no se irá, así que me quedo más tranquila. También aprovecha a decirme que cuando note que la anestesia me empieza a hacer efecto, es decir cuando ya no me duelan las contracciones, les avise y me dirán qué hacer. Entonces se sientan ginecólogo y ella al final de la camilla mientras yo espero con las piernas colocadas bien abiertas frente a ellos. La matrona estará en todo momento pendiente de las contracciones que se van registrando en el monitor para mandarme empujar cuando me vengan. Recuerdo que con la anestesia recién puesta llegué a pasar al menos dos contracciones dolorosas y no más.

Entonces llega la primera contracción sin dolor. No duele, qué maravilla, y me piden que empuje todo lo que pueda. Noto presión pero no dolor y me doy cuenta de que no se me han dormido las piernas por lo que supongo que me han puesto la mínima cantidad de anestesia posible. Pero me quedaré sin saberlo, pues no vuelvo a saber del anestesista, no sé siquiera si permanece en la sala con nosotros, detrás de mí, o si se ha marchado.

Mi chico me ayuda sujetándome la espalda bien derecha cuando me incorporo para ponerme a empujar. Yo cierro los ojos y aprieto con todas mis fuerzas tomando mucho aire. Sé que estoy horrible y que arrugo toda la cara al hacerlo pero me da lo mismo, quiero que el parto sea rápido y mi niña sufra lo menos posible. He de ayudarle a salir. Ginecólogo y matrona me dicen que esa primera contracción es lo suficientemente larga como para volver a coger aire y empujar, así que en cada contracción me da tiempo a hacer tres pujos bien largos.

Al final bastaron con 4 contracciones y 3 pujos en cada una de ellas para que mi pequeña naciera. En la primera parece que debió de bajar al canal de parto. Después de la segunda llamaron a mi chico para que se asomara a mirar, pues se comenzaban a ver unos mechones de pelo que salían de mi vagina y que correspondían a la cabeza de nuestra niña. Venía con bastante pelo, qué ilusión, me gustan los bebé peluditos, como yo cuando nací. Después de la tercera contracción le volvieron a llamar para que fuera a mirar. La niña ya estaba coronando y asomaba una gran parte de su cabeza bien cubierta de pelo mojado.  En los tiempos de espera entre una contracción y otra nadie hacía nada. Ginecólogo y matrona conversaban de cómo se habían cogido las vacaciones y los turnos. Mi chico y yo nos mirábamos a veces pero yo intentaba descansar. Se me hacía eterno hasta que me venía otra contracción. A veces creía que me iba a venir una y avisaba a la matrona, pero ella confirmaba con la máquina que no era así. Luego cuando me iba a venir una de verdad era ella la que lo veía antes de que yo lo notara y entonces me avisaba para que me preparara para empujar. Al final, en la cuarta contracción salió la cabeza del bebé, y aunque yo no miraba la matrona me dijo que abriera los ojos.

Fue fascinante, allí estaba su cabecita, de perfil, pálida, mojada, sin respirar y con los ojos cerraditos. Tenía la cara redondita  y todo el pelo aplastado.  Dios mío, era ella! Mi niña! Y al momento el ginecólogo tiró de ella y pude ver cómo salió su cuerpecito. Todo fue muy rápido. Al instante respiró y lloró solo un poco. Me la pusieron encima de mi barriga, de lado, mirando hacia mi chico, su papá. Yo la sujetaba por el culete chiquitín y mojado. La sentía respirar. Estaba calentita y olía muy bien, muy dulce y rico. Me moría por verle la carita pero solo veía el gorrito amarillo que le habían puesto. Ya la teníamos con nosotros. Todo había salido bien y ella solo pensaba en dormir y descansar sobre mi pecho. Qué felicidad!


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