martes, 2 de enero de 2018

Me pongo de parto (4ta parte): Expulsión de placenta y observación

En cuanto nació nuestra pequeña la pusieron encima de mi barriga. Nos dejaron esperar tres minutos antes de cortar el cordón umbilical, así se benefició de todo el hierro y propiedades que conlleva el pinzamiento tardío del mismo. Pero después, durante esas dos horas que estuvimos en la sala de observación, pasaban los minutos y nadie venía a ayudarme a ponerla al pecho.

Nació sin lágrimas:

Ni la pequeña lloró a penas al nacer, ni nosotros mismos al verla. Yo miraba a mi chico para ver su emoción en el rostro, pero aunque sonreía no soltó ni una lagrimilla como nos habían comentado que solía pasar en estos casos, que los padres se dejan llevar y parecen niños abriendo un regalo de navidad. Pero es que yo tampoco lloré. Estábamos muy ilusionados, pero no nos dio por llorar. Puede que al personal que estaba allí le pareciéramos un par de sosos, jajaja, pero bueno, yo creo que nos podía más el miedo que otra cosa. Habíamos leído tantas cosas sobre lo importante que son las primeras horas del bebé... además de "peligrosas" y en las que podía pasar cualquier cosa... que no nos dejamos llevar del todo.

Nos habían tapado a las dos con una toalla calentita y casi no se la veía. Yo estaba pendiente solo de sentirla respirar, sujetarla bien contra mi y parar el tiempo. 

Expulsión de la placenta:

Debieron de pasar los 3 o 4 minutos desde que nació hasta que cortaron el cordón umbilical, pero no recuerdo verlo, y mi chico dice que tampoco. Lo que sí que recuerdo muy bien es cuando el ginecólogo me empezó a hurgar y revisar los genitales.

Tenía yo a mi bebé bien sujeto sobre mi barriga cuando el ginecólogo sacó la placenta, pero creo que no fue fácil. En la realidad no sé lo que se suele tardar en sacarla pero en mi caso me hizo hasta daño. No me pidieron que empujara ni nada, supongo que fuera porque al estar con la epidural no serviría de nada. Creo que el ginecólogo metió completamente la mano hasta la matriz y con la otra mano se apoyó en la parte superior de mi barriga y empezó a apretarme. Me daba la impresión de que lo hacía para que se desprendiese la placenta, pero nadie me lo explicó y yo no pregunté, de lo que me arrepiento ahora. Yo solo pensaba en proteger a mi pequeña recién nacida de aquella mano que apretaba muy cerca de ella. Me daba miedo que le pillara una mano o una pierna y se la rompiera, pues a mi me estaba calcando tanto sobre la barriga que me hacía mucho daño.

Al rato, el ginecólogo se quedó sentado tranquilamente frente a mis piernas para coserme los desgarros que tuve, pero parecía relajado, como si estuviera haciendo ganchillo. Solo le faltaba tararear una cancioncilla.
Se me hizo bastante largo y eso que solo me puso un punto exterior y luego un par de ellos a cada lado por dentro. No hizo falta episiotomía y según la matrona a penas había rasgado. No sé si tuvo que ver el masaje perineal que me fui haciendo las semanas anteriores, o el que el ginecólogo me fue raayudando con los dedos dando elasticidad a la entrada de la vagina durante el parto.

Atienden al bebé:

Me cogen al bebé para pesarlo (2850g) y echarle un vistazo. Está perfectamente, tiene buen color, respira bien. Parece que solo quiere dormir. A penas se le oye algún quejido. Le ponen un pañal e inmediatamente se lo pasan a mi chico, creo que para terminar de coserme, ponerme de nuevo el camisón y para pasarme a la cama. Era verdad cuando decían que en este hospital dejan que los bebés estén con sus padres y no se los llevan lejos, a no ser que haya algún problema, supongo. Pero nosotros no la perdimos de vista en ningún momento.

Se despide de nosotros la matrona que me ha estado atendiendo toda la noche y en el parto. Ya son las 8:30 de la mañana.

Permanecemos en observación:

Dicen que son muy importantes las siguientes dos horas después de dar a luz, sobre todo para la madre, porque en ese tiempo es cuando pueden aparecer hemorragias o problemas. Así que me vuelven a poner a mi niña conmigo en la cama, esta vez a mi lado (sigo sin poder verle la carita bien) y nos llevan a la sala de dilatación. Nos quedamos los tres, porque mi chico está con nosotras en todo momento, en aquel pequeño cuartito y nos dejan tranquilos. Es entonces cuando empezamos a disfrutar de verdad de todo lo que ha sucedido, y podemos comentar tranquilamente entre nosotros cómo lo ha vivido cada uno. Estoy muy tranquila, feliz, y no me siento cansada. Siento las piernas. Lo único que me duele es la espalda, resultado del catéter de la epidural que me ha hecho daño en la zona.

Pero no estoy del todo relajada, hay algo que poco a poco me va poniendo nerviosa y es el hecho de que pasan los minutos y nadie viene a ayudarme y enseñarme a poner al bebé al pecho. Tenía entendido que lo ideal es intentar que el bebé se enganche nada más nacer y tenía miedo de que la lactancia no funcionara por culpa de que estaba pasando el tiempo y yo sola no podía hacerlo, y claro, mi chico tampoco sabía. Éramos dos primerizos. Ella parece dormidina, y no quiero moverla mucho para no despertarla, incomodarla y hacer que llore.

Pasa una hora al menos hasta que aparece una mujer, que no sé si es una auxiliar o una matrona, para preguntarnos qué tal estamos y aprovecho para mencionarle lo de comenzar con la lactancia materna, así que en aquel mismo momento me la coloca al pecho. Parecía dormida, pero se agarró muy bien desde el principio. Qué alegría! Espero que todo funcione como espero y poder darle el pecho al pecho sin problemas.

Solo mama un poquito y sigue durmiendo. Ahora mi miedo es que tenga suficientes fuerzas como para mamar adecuadamente. Yo por mi parte la voy a poner al pecho cada dos por tres para facilitar que me suba la leche y cerciorarme de que se va tomando todo el calostro.

Pasadas las dos horas de observación nos suben a la habitación pero he de decir que no recuerdo en absoluto aquel trayecto. No recuerdo ver los pasillos, no recuerdo el ascensor, y no recuerdo entrar en la habitación. Ya solo tenía ojos para mi niña.


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