martes, 17 de septiembre de 2019

Comienzo del colegio sin periodo de adaptación

Pongámonos en situación: el colegio al que va mi hija de 32 meses no tiene en su plan de estudios un periodo de adaptación para los más pequeños, se empieza un lunes, se va toda la semana de 9 a 17h hasta el viernes y punto. Alternativas? Puedes llegar a las 8:45 y quedarte con el niño hasta las 9, o bien llevártelo a comer a casa de 12:30 a 15:30 la primera semana.

El primer día que van es el primer día que ven a sus profesoras y su aula, vamos, que no les conocen de nada.

Y ahora es cuando cuento cómo ha sido esta primera terrible semana de comienzo de colegio para nuestra hija, para ir sacando todas esas conclusiones que muchos ya adivinábamos de lo que puede ocurrir y ocurre con demasiada frecuencia por la falta de un periodo de adaptación.

PRIMERA SEMANA DE COLEGIO

Día 0. Tres días antes de empezar el colegio decido acercarme allí con mi hija para llevar ya sus pertenencias y que ella conozca al menos el aula y dónde tendrá que dejar cada cosa. Estamos solo 10 minutos, pero está ilusionadísima. Ha llevado incluso su mochila aunque no es necesario, porque tendrá que llevarla y traerla cada día, vamos, que ya parece que se pone en situación, y se marcha muy contenta con ganas de volver.

Día 1. La llevamos su padre y yo. Nos toca esperar un poco fuera del colegio y se la ve muy emocionada. Ya le hemos contado en casa que ha de quedarse todo el día, comida y siesta con los demás niños, pero parece que no le importa. Al llegar al aula es ella misma la que se quita la mochila y quiere ponerse ya mismo la bata.

Lo primero que nos ha llamado la atención es que tal cual se ha preparado se la han llevado al fondo del aula de forma que hemos tenido que ir hasta allí para despedirnos de ella. Estaba muy feliz.

A la salida seguía risueña y una de sus maestras ha dicho sorprendidísima que "superbien" refiriéndose a que le llamaba la atención que es una niña que no ha ido a la guardería nunca y precisamente ha sido una de las pocas en no llorar al quedarse allí todo el día.

La niña, al verme, ha venido muy tranquila hacia mi, pero no se ha puesto a contarme cosas sobre lo que ha hecho, a quienes ha conocido o lo que ha comido, y he tenido que irle preguntando yo poco a poco sobre cada cosa.

Respecto a la comida, el primer plato no se lo ha comido, así que su dieta ha sido bastante escasa: un poco de pan con queso por la mañana y luego unos pocos macarrones y sandía. Así que a la hora de merendar en el parque conmigo ha devorado todo lo que le había llevado y además ha bebido muchísima agua. Se ve que no tienen la bebida a su alcance ni nadie está detrás de ellos para que  beban durante la comida.

Quiere volver mañana.

Día 2. Llueve muchísimo y la llevo yo al cole caminando con el paraguas nuevo. Está tan ilusionada de volver que lo va gritando por la calle "voy al coleeeee". Se vuelve a quedar supercontenta allí, tanto que casi se le olvida darme un beso y despedirse de mi.

Su cara a la salida ya no es la de ayer. La noto apagada y seria, lo cual es de extrañar, con las ganas que tenía de volver al colegio. Sigue sin contarnos qué tal lo pasa o qué cosas hace y somos incapaces de averiguar por qué está tan seria. Al final de la tarde ya comienza a contarnos que ha llorado 2 veces. Una de ellas porque quería beber de su taza de plástico y no la dejaron (al día siguiente supimos que la taza ha de pedirla a lo largo del día si quiere agua y que en las comidas solo se puede usar el vaso de cristal, así que como era la hora de comer le negaron beber agua en la taza de plástico que lleva su nombre, y al parecer esto no se lo habían explicado).

El otro motivo por el que lloró ha sido también durante la comida. Las profesoras nos comentaron que les llamó la atención que ella no quisiera patatas como el resto de niños y la presionaron para que las comiera, hasta se las llegaron a chafar en el plato, a ver si así... Y claro, no sabían que a ella no le gustan las patatas, y el hecho de chafárselas y embadurnarle el plato la estresó.

Para colmo se ha mojado los pantalones al ir al baño por no habérselos bajado bien antes de sentarse en el váter y la han tenido que cambiar. Aunque esto no creo que le haya molestado demasiado.

Otro día más que devora la merienda y cena tanto como si estuviera muerta de hambre.

Aún así, con su cara tristona, quiere volver mañana al colegio.

Día 3. Va con ganas al cole, de nuevo gritando por la calle con su padre y conmigo "voy al coleeeee". Cuando entramos en el aula una de sus profesoras nos comenta las razones por las que lloró ayer (el tema de la taza de plástico y el de las patatas) y es entonces cuando nuestra pequeña empieza a poner pucheros y le comienzan a salir manchas rojas en la cara típicas de cuando quiere llorar, y nos sorprende porque nunca ha llorado fuera de casa o en un entorno de niños, pero la tranquilizamos diciéndole que ya pasó, que ya saben lo que tienen que hacer, nos despedimos y se queda con una de las cuidadoras, aunque nos mira muy seria. En tres días ha cambiado mucho su cara al entrar en el colegio.

A la salida nos cuentan que sí que se quedó llorando cuando nos fuimos, le preguntamos por qué y fue nuestra propia hija la que nos dijo que "porque no estaban papá y mamá".

Además lo ha debido de pasar muy mal todo el día y con hambre pues de almuerzo le pusieron una magdalena (a ella no le gusta la bollería, y ya dijimos que el día  que tocara le traeríamos fruta) y eso que no tocaba ese día, así que se quedó sin almorzar. A medio día solo comió algo de arroz integral, y el postre ni lo probó porque era yogurt natural azucarado, y ella los come sin azúcar, por suerte no le gustan los de sabores ni azucarados, y no vamos a intentar cambiar esa costumbre tan sana en ella, no?

Vamos, que la pobre pasó mucha hambre y cuando me vio en la puerta salió corriendo hacia mi, cosa que no había hecho los otros dos días. Me agarró muy fuerte y solo quería estar en mis brazos.

Como va siendo habitual, ha merendado muchísimo y también ha querido cenar mucha cantidad y de todo lo que había.

De noche ha llorado en sueños, suponemos que por alguna pesadilla. Incluso ha llegado a despertarse y sentarse en la cama a llorar angustiada.

Día 4. Ha madrugado sin problema, pero esta vez he preferido no despertarla diciéndole que vamos al cole, me da la impresión de que si lo hubiera hecho así se habría hecho la remolona.  Pero al vestirla me ha preguntado directamente que dónde íbamos, y al saber que era al colegio se ha puesto triste y recelosa. La hemos llevado papá y mamá en coche, y al bajar ya se ha puesto a llorar en la calle y a decirnos claramente "no quiero ir al cole" varias veces seguidas, todo el trayecto que hay que caminar desde el coche hasta el colegio. Al entrar en el aula empezó a sofocarse llorando y angustiada se enganchaba a mi pidiéndome ir a casa conmigo. Mi chico tenía que irse a trabajar y me quedé yo más rato con ella para calmarla, pero no surtía efecto, era incapaz!

Después de 15 minutos en mis brazos intentando hablar con ella aún estaba angustiada, cada vez más, y parecía entrar en bucle, así que tuve que decidir llevármela a casa. No podía dejarla sufrir de aquella forma pudiendo evitarlo, y eso que unas de las maestras me dijo que no lo hiciera o se aprendería el truco de llorar para que no la deje allí en el futuro. ¿Qué truco? me pregunto yo...  La niña está mal, habrá que hacerle caso, no? No voy a permitir que se resigne porque sí, y menos en el estado al que había llegado la pobre.

Según hemos salido del colegio le ha cambiado la cara y se la veía contenta. De verdad que yo empezaba a alucinar con el cambio de comportamiento, pues hace tan solo 3 días era la niña más risueña que atravesaba aquellas puertas.

En casa me pedía tele, pero evidentemente se lo he negado, lo que sí que no debería pensar es que ir a casa con mamá es la fiesta padre. "Mamá tiene muchas cosas que hacer en casa, mucho trabajo. Si quieres jugar puedes jugar con lo que quieras o puedes ayudarme".  Al momento me ha pedido mimos y ahí sí que  no me puedo negar "cariño, mimos todos los que quieras". La he cogido en mis brazos, nos hemos tumbado acurrucadas en el sofá y a los 5 minutos se ha quedado dormida.  La he dejado dormir todo lo que ha querido (más de hora y media).

En el colegio me dieron la opción de llevarla por la tarde, a las 15;30, cuando los niños despiertan de la siesta, a ver si se quería quedar esa hora y media antes de salir de clase, y así hemos hecho. De camino hacia allí ha ido bastante bien, mucho más serena que esta mañana, y le he prometido que me quedaría fuera del colegio a esperarla leyendo. Ella sabe que no miento y que lo hago tal cual lo digo, pero que yo no podía quedarme con ella dentro del aula. Ha entrado a su clase muy tranquila y con media sonrisa en la cara. Se ha despedido de mi y se la ha llevado una profesora. Y yo, que soy mujer de palabra, me he quedado leyendo fuera.

A la salida estaba contenta y se lo ha pasado bien ese raro que ha estado allí.

Día 5. Llevamos desde ayer recordándole que el menú de hoy le va a gustar mucho y va a comer muy bien. Aún así nos dejan llevarle un plátano para que no pase hambre como el otro día, por si acaso les ponen algo dulce que no le guste. Se ha levantado bien de la cama pero al irnos de casa me ha vuelto a decir algo temblorosa que no quería ir al cole. A punto de llorar hemos entrado en el aula, pero no le ha caído ni una sola lágrima. Hemos estado 15 minutos colocando sus cosas, poniéndole la bata y mirando los juguetes que tienen por allí.

Al momento de marchar se me abrazó muy fuerte y no me soltaba, entonces rompió a llorar y no dejaba que me despidiera. No quería darme un beso, como si así pudiera evitar que me marchara. Yo no hacía más que recordarle que hoy comería muchas cosas ricas que a ella le gustan pero no había manera. Hasta que vino su maestra y me la arrebató de los brazos, se la llevó al fondo del aula diciendo "venga, ya está".  Me sentó fatal, como si viviera un secuestro. No estaba tan angustiada como ayer, se le pasaría, seguro, hoy iban a hacer muchas actividades divertidas y no pasaría hambre, pero no nos dieron opción a despedirnos. Vi cómo se alejaba con los brazos extendidos hacia mi por encima de su maestra llamándome y llorando. Qué pena, madre mía, qué mal me sentí.

Mi único consuelo era saber que luego lo pasaría muy bien, y que al día siguiente ya no había clase. Pero no tenía consuelo para ella, sabía que se estaba llevando la peor parte.

Me quedé tras la puerta del aula mirando de reojo por la ventanita a ver si se le pasaba el llanto, pero nada. En ese momento apareció el director del colegio y aproveché para hablar con él. Lo primero que dijo fue "lo pasan mal hasta que se adaptan", y entonces se me pusieron los ojos como platos. De verdad que este señor piensa que eso es forma de adaptarse? Que si dejan de llorar un día es por adaptación? Así que me tuvo que oír y le dije unas cuantas cosas al respecto: que eso no era adaptación, que deberían dar la opción de estar unas pocas horas cada día, de que estuviéramos los padres con ellos y dejaran vernos relacionar con las maestras. Que cogieran confianza del lugar bajo nuestro respaldo, etc.
Y él me preguntó muy seguro de sí mismo: "Me aseguras que si hacemos una semana de adaptación como dices al lunes siguiente no llorará ningún niño?".
A lo que mi respuesta fue rotunda y contundente: "Lo que te puedo asegurar es que llorarían menos niños y además durante menos tiempo. Y eso está demostrado".
Pero claro, se unió una madre y me soltó "No es justo que unos niños puedan hacer adaptación y otros no".
Y claro, el director se sumó diciendo "Es que entre los padres se liaría una buena".
Pero como no me puedo callar, seguí diciéndole que lo que deberían hacer es dar la opción, pues estoy segura de que habría padres que moverían cielo y tierra para poder acompañar a sus hijos en estos días si lo ven necesario, y si no ellos, al menos sí un pariente o alguien que el niño conozca y le de confianza.

En medio de esta conversación noté cómo se habría la puerta y uno de los niños intentaba salir de allí llorando, no me dio tiempo a verle, pero parecía mi hija. En cuanto se volvió a cerrar la puerta me asomé por la ventanita de nuevo y efectivamente había sido ella, que ahora iba corriendo al fondo del aula donde estaban lo demás.

A la salida ha ido mi chico a buscarla, y se ha puesto contentísima!!!! Yo me he quedado en el pasillo esperando. Salio bastante bien, porque jugó a muchas cosas que le gustaban pero sobre todo porque sabemos que no pasó hambre, y además le dieron medio plátano del que había llevado en la mochila por si acaso. No le hemos querido dar demasiado bombo a que mañana es fiesta y no va al cole, tampoco queremos fomentar el sentimiento de "vaya mierda de lunes a viernes, quiero que sea sábado" eso ya lo vivirá de más mayor. Además ahora solo van a relacionarse, interactuar y aprender cosas para niños de 3 años, queremos que sepa apreciarlo como algo bueno y que entienda que ahora ya en casa con mamá se aburriría más (es ella la que nos solicita continuamente hacer cosas con otros niños).

Pero sigue sin contarnos realmente lo que hace en el colegio, y seguimos pensando que eso es muy extraño, porque para ella, cualquier pequeña novedad es motivo de habar y hablar sobre ello todo el día.


Conclusiones

Ha sido una semana de esas que empiezan muy bien y acaban en picado con un sentimiento horrible de culpa por nuestra parte y supongo que de gran pena y decepción por la de nuestra hija.

Ya conocíamos la carencia de periodo de adaptación en esta escuela, pero es que en las demás de la zona donde vivimos tampoco hacen adaptación de ningún tipo. Lo que sí que hemos descubierto es el trato que se les da a los niños, y eso que es la escuela más recomendada para los de maternal, pero parece que los tratan como siempre se ha hecho, con disciplina para cumplir unas normas y regañándoles cuando se supone que hacen algo mal.

Están acostumbrados a los lloros, y piensan en que ya se les pasará y punto, que se acostumbran a que han de pasar allí el día. Nosotros no pensamos igual. Creemos que el lloro es la manifestación de algo más importante, y sobre eso es sobre lo que habría que trabajar. Los niños no dejan de llorar a esta edad porque se adaptan, sino porque se resignan, y si no que se lo digan a nuestra hija, con las ganas que comenzó el colegio y lo mal que lo está llevando para no querer ir pocos días después.

Respecto a los menús parece que están acostumbrados a que la mayoría de niños comen dulce y además les gusta, y pretenden que sea nuestra hija la que se adapte y acabe comiendo como los demás en lugar de conseguir que los niños coman todos más fruta como la nuestra. Además no les lavan los dientes o hacen que se los laven, pues lo llegaron a intentar y vieron que los cepillos de dientes acababan pasando por los váteres y perdiéndose por ahí.

Y no solo eso, que encima los menús están diseñados para todos igual, es decir, comen lo mismo los de primera enseñanza que los de maternal, y casi lo mismo que los de secundaria y bachillerato, lo cual no es nada lógico tampoco.

Estos días nos han dejado tristes y agotados. Solo nos queda seguir mimando mucho a nuestra pequeña y entregarnos a tope con ella durante el fin de semana. Ojalá pudiera hacer eso que dicen de traérmela de 12:30 a 15:30 a casa  a comer conmigo, pero me es inviable, porque habría de hacerlo yo caminando estando embarazada de 7 meses y medio por un camino con cuestas muy empinadas que ya sufro dos veces al día en subir, y la peque no tendría tiempo de dormir siesta. Y para cuando nazca su hermano será aún menos posible porque no podría salir tantas veces de casa con un bebé recién nacido con el frío que hace por aquí. Suerte de quien lo pueda hacer, aunque tampoco es gran cosa, pues cuando lo pasan peor es al dejarles allí. Nuestros pequeños no piensan en cómo será su día, solo recuerdan el cómo fueron los días anteriores y si no estuvieron a gusto en un sitio no querrán volver y mucho menos quedarse solos con gente que a penas conocen porque son personas que han visto por primera vez hace tan solo unos pocos días.

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